Junio es el mes del Orgullo. Las calles se llenan de banderas arcoíris, hay debates sobre si los ayuntamientos las ponen o no, las marcas desempolvan sus logos con los colores y bastantes veces hay un poco de pinkwhasing, y de pronto parece que a todo el mundo le encanta hablar de diversidad.
Pero… ¿y en los centros educativos? ¿Y en las aulas donde cada día conviven niñes que están descubriendo quiénes son, qué sienten y cómo quieren vivirlo?
Porque sí, está muy bien celebrar el Orgullo. Pero si luego volvemos a dar educación sexual como en los años 90, con plátanos, condones y ni rastro de afectividad ni de diversidad, algo falla.
¿La educación sexual en España ha avanzado? Un poco.
¿Sigue siendo profundamente cisheteronormativa y excluyente? Bastante.
Y eso, en pleno 2025, es insuficiente y una lucha continua.
¿Recuerdas tu primera clase de educación sexual?
Seguramente fue algo así: una profe un poco incómoda, hablándole a las chicas sobre la menstruación de una manera escueta y enseñándote los productos de higiene. Si eso, a veces traían preservativos y se lo ponían a un plátano. ¿Se puede ser más cutre? Principalmente la charleta hablaba de importante que era “protegerse”, de los riesgos del embarazo no deseado y de lo terrible que eran las ITS. Sexo = peligro, y por supuesto, sexo solo entre personas heterosexuales y cis.
El panorama actual: qué se enseña y qué no
Aunque hemos avanzado en leyes (se supone que todas las leyes educativas abogan por una educación inclusiva en sexo-afectividad), en visibilidad y en hashtags, la educación sexual en las aulas sigue estando muy ausentes.
Se supone que es una educación transversal, que no tiene que ser ni una asignatura concreta (aunque facilitaría mucho las cosas) pero si preguntas a los adolescentes sólo el 12% está completamente satisfecho con la educación recibida. De hecho, suelen pasarle esta responsabilidad a ONGs que van altruistamente a dar estas charlas, una labor fantástica, pero… ¿no sería mejor tener además una figura referente en tu centro de educación?
¿De qué se suelen hablar en general en las formación afectivo sexuales?
- Prevención del embarazo (únicamente homosexual)
- Mencionar “otras orientaciones” como si fueran al escaso, antinatural o raro.
- No incluir a las personas trans, no binarias o intersex ni en teoría ni en práctica.
- Pasar muy por encima por temas como el consentimiento, el deseo, el placer, los vínculos o la diversidad corporal.
Y listo, ¡se acabó y me quedo corta!

Las consecuencias de esa ausencia
No hablar de diversidad en la educación sexual no es algo inocente. Tiene efectos reales:
- Aumenta el sentimiento de invisibilidad de les jóvenes LGTBIQ+, como si sus vidas no importaran o fueran “cosas raras que ya aprenderán solos”.
- Favorece la desinformación: sin referentes claros, se recurre a Internet, porno o redes sociales para buscar respuestas.
- Fomenta la violencia: la falta de educación sobre consentimiento, límites y relaciones igualitarias está en la raíz de muchas situaciones de acoso, abusos o relaciones tóxicas.
- Y además, deja la puerta abierta a discursos de odio que se están colando cada vez con más fuerza en lo social, lo político y lo educativo.
«Cuando la escuela no habla de ti, te manda un mensaje muy claro: lo tuyo es raro, es incómodo, es mejor que ni lo digas.»
¿Y si lo hiciéramos bien?
Soñemos un poco. Una educación sexual integradora no es una utopía. Es perfectamente posible. Pero necesita:
- Incluir desde el principio a todas las orientaciones e identidades de género. No como una nota al pie, sino como parte central del contenido.
- Abordar el sexo y los vínculos desde la afectividad, el consentimiento, el placer y el respeto, y nunca desde el miedo.
- Incorporar contenidos sobre relaciones no monógamas, familias diversas, cuerpos no normativos, y sí: sobre el goce, el deseo, la exploración segura.
- Ofrecer materiales visuales, textos, ejemplos y referentes que no sean todos cis, blancos, delgados y heterosexuales.
Todo esto no solo beneficia a les estudiantes LGTBIQ+, sino a todo el alumnado. Porque la mayoría de los problemas sexuales y afectivos no se resuelven con una caja de condones, sino con diálogo, empatía y sobre todo conocimiento e información.

La solución definitiva: educación afectivo – sexual para vivir mejor
No se trata de enseñar “ideología”, como dicen algunos discursos rancios. Se trata de enseñar vida, respeto, realidad.
Porque las personas LGTBIQ+ existimos. Estamos desde pequeñitxs en los centros educativos, en nuestras etapas más importantes.
Una educación sexual queer no es solo una necesidad.
Es una forma de decirles: «te veo, te reconozco, y tu forma de amar también merece ser cuidada.”
Porque no hay Orgullo real si dentro de los centros educativos seguimos enseñando que la única forma válida de amor es la que cabe en un formulario binario.
No hay Orgullo si seguimos dejando a les estudiantes LGTBIQ+ fuera de la conversación más importante de todas: quiénes somos, cómo nos relacionamos, y cómo queremos vivirnos.
Este mes del Orgullo, además de celebrar… toca exigir. Y una educación sexual queer, inclusiva y valiente, es el mejor punto de partida.
Celia Naranjo – Psicóloga Socio – Comunitaria y Sexóloga