¿Por qué las lesbianas nos llamamos sáficas?


Antes de que existiera Tinder, los poemas de amor o incluso la palabra “lesbiana”, ya existía Safo de Lesbos.

Poeta, artista, maestra y pionera del amor entre mujeres, Safo vivió hace más de 2.500 años y, aun así, sigue siendo una de las nuestras.

Safo de Lesbos: la poeta que dio nombre al amor entre mujeres


Safo nació hacia el 630 a.C. en la isla de Lesbos, en el mar Egeo, un territorio conocido en la Antigüedad por su vida cultural y su apertura intelectual. En una época en la que las mujeres apenas tenían acceso a la educación o la vida pública, Safo dirigió una especie de escuela o círculo artístico femenino. Allí, las jóvenes aprendían música, poesía, danza y, sobre todo, el arte de expresarse.

No era un espacio religioso en sentido estricto, aunque algunas fuentes lo asocian al culto de Afrodita, la diosa del amor y la belleza. Más bien, fue un lugar de libertad emocional y creación colectiva. Safo fundó una comunidad donde las mujeres podían hablar de sus deseos, sus emociones y su vínculo con otras mujeres sin ser silenciadas.

La poesía como revolución

De su extensa obra —se calcula que escribió más de nueve libros de poemas— solo unos pocos fragmentos han sobrevivido. Su estilo es íntimo, musical y lleno de imágenes sensoriales: flores, perfumes, risas, piel, miradas. Safo no escribe sobre batallas ni héroes, sino sobre el temblor del deseo, la belleza de una amada, la tristeza de la ausencia.

Su poema más conocido, la “Oda a Afrodita”, es una invocación a la diosa del amor para que interceda ante una mujer que no corresponde a sus sentimientos. En él se mezclan la súplica, la pasión y la ternura:

“Ven a mí, Afrodita, liberadora de mis penas;
cumple mis deseos, sé mi aliada en esta lucha de amor.”

Sus versos eran tan personales que se convirtieron en un tipo de métrica propia, la estrofa sáfica.
Y lo más revolucionario: hablaban de mujeres amando a mujeres sin pedir perdón.

“Me parece igual a los dioses
la mujer que frente a ti se sienta
y escucha tan cerca tu dulce voz.”

Este tipo de poesía era profundamente revolucionario. En una sociedad que reservaba a las mujeres un papel secundario, Safo se atrevió a situar su experiencia, su cuerpo y su deseo en el centro del discurso poético.

El nacimiento de lo sáfico y de lo lesbiano

El legado de Safo es tan profundo que de su nombre y su isla nacieron dos palabras que hoy nos definen: sáfico y lesbiana.

  • Sáfico viene de “Safo” y se usa para describir el amor y la atracción entre mujeres.
  • Lesbiana deriva directamente de “Lesbos”, su lugar de origen.

Estos términos se consolidaron siglos después, cuando los estudiosos redescubrieron su poesía y entendieron que hablaba abiertamente del amor entre mujeres. Aunque en su tiempo no existían las categorías de orientación sexual que usamos hoy, Safo dejó testimonio de una mirada femenina sobre el deseo femenino.

Entre la historia y el mito

Con el paso del tiempo, la figura de Safo fue reinterpretada por hombres que no sabían cómo encajar su libertad. Algunos autores antiguos intentaron “heterosexualizarla”, inventando historias sobre un supuesto suicidio por amor a un hombre llamado Faón. Pero esa versión, recogida siglos después, parece más una leyenda patriarcal que un hecho real.

Lo que sí es cierto es que su figura fue tan admirada que Platón la llamó “la décima musa”, poniéndola al nivel de las divinidades inspiradoras del arte.

Un legado que sigue vivo

Más de 2.500 años después, Safo sigue siendo una figura inspiradora para mujeres, artistas y activistas queer de todo el mundo. Su voz atraviesa el tiempo recordándonos que el deseo entre mujeres no es una moda ni una invención moderna: es una forma de amor tan antigua como la humanidad misma.

Reivindicarla es también recuperar una genealogía: reconocer que hubo mujeres que se amaron, que escribieron, que crearon comunidad, incluso cuando el mundo no estaba hecho para ellas.

“Alguien, en algún tiempo futuro,
recordará que nosotras existimos.”

En la actualidad, Safo es leída no solo como poeta, sino como símbolo de resistencia y deseo femenino. En su nombre nacen conceptos como “sáfico”, se celebran festivales literarios y se escriben obras que reinterpretan su figura desde la perspectiva feminista y queer.

Porque, aunque la historia intentó borrarla o convertirla en mito, Safo sigue hablándonos:
de amor, de deseo, de libertad y de la belleza de amar sin miedo.

Celia Naranjo – Psicóloga Socio – Comunitaria y Sexóloga

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