Bollerón de Cádiz como reivindicación.
¿Cuántas veces hemos oído hablar sobre la «pluma gay»? ¿Y sobre la pluma lésbica? ¡Adivina! De nuevo los protagonistas de esta historia vuelven a ser los hombres, aunque sean del colectivo.
Cada vez que se habla de pluma se nos viene a la cabeza la pluma gay: Nos imaginamos a hombres amanerados bailando, hablando muy cursi, con voz de pito y, sobre todo, con grandes aires de feminidad. Se ha llegado hasta el punto de que este insulto “tener pluma marica” se haya convertido en un símbolo de lucha y reivindicación. Pero… ¿a qué llamamos pluma bollera y por qué apenas se conoce?.
¿De dónde viene el término «pluma»?
Existen dos teorías:
La más simple es la que se asocia a las vedettes, que vestían plumas y tenían comportamientos ‘extravagantes’.
La versión más divertida tiene su origen en los soldados italianos que enviaron a luchar en la Guerra Civil española. Hombres que fueron tachados inmediatamente de ‘afeminados’ porque se echaban perfume y llevaban plumas en los cascos. Ahora imaginad que hubiera ahora otra Guerra Civil española y mandaran a nuestros hombres al frente: Uñas kilométricas para arañar, párpados extravagantemente pintados para seducir, pestañas larguísimas para esconder lágrimas y tetas postizas para embestir. Divineo listo para luchar. En fin, en ambas teorías, la base es la misma: un machismo desgarrador.
Para empezar a hablar de todo esto, me gustaría hacer un pequeño resumen sobre lo que entendemos por roles de género (hay personas que aún no se han enterado o directamente no lo tienen muy claro, y mira que estamos en pleno siglo XXI). Se supone que los roles de género son expectativas y normas sociales que nos dicen cómo deberíamos y, de hecho, tendríamos que comportarnos según nuestro sexo biológico dentro de una sociedad heteropatriarcal.
Este ‘deber’, dependerá de muchos factores: La sociedad en la que vivamos (no es lo mismo vivir en España, que en América o en la India). Su cultura, más o menos diversa. Los contextos históricos, temas sociales y un largo etcétera.
Pero… para sintetizar, se supone que las mujeres deberíamos ser femeninas, delicadas y cuidadoras, como si fuésemos una flores de primavera, mientras que los hombres deben ser masculinos, fuertes y proveedores, *insertar imagen de hombre musculado con un hacha en la mano*. Todo súper real, ¿verdad? Tenemos muchísima gente en el colectivo LGTBIQA+ como esta *guiño, guiño*.
Tener pluma significa romper con estas expectativas de género tradicionales. Las personas que no encajan en estos roles binarios (hombre-mujer), serían las personas con pluma, es decir, las personas que sufren discriminación. Si nos vamos al ejemplo de antes, la pluma gay, es porque los hombres no son “suficientemente masculinos”. ¿Pero qué pasa con la pluma bollera? ¿Por qué es tan poco escuchada? ¿No somos lo suficientemente bolleras?
¿Y las lesbianas con pluma? Las lesbianas no tenemos plumas, las lesbianas llevamos camisas con cuadros.
La pluma de los maricas es para las lesbianas, lo que humildemente llamamos “camionera”, “machorra” o “bollerón de cádiz”.
Definición de “Bollerón de Cádiz”: Dígase de una mujer lesbiana que escucha de manera compulsiva a Young Miko, que juega al fútbol y que a pesar de que el pelo le llegue hasta el culo, prefiere ponerse moño. Profesionalmente suelen formar parte del cuerpo docente de Educación Física o trabajan como pinches de cocina en restaurantes con Estrella Michelín.
¿Sabéis de qué tipo de lesbianas os hablo?
Históricamente, nuestros referentes lésbicos han sido las MACHORRAS. Se vienen ejemplos:
Maria del Monte, Xena la Princesa Guerrera, Chavela Vargas, Gloria Fuertes, Chelo García Cortés, Anabel Alonso, Pepa Muñoz… y un largo etcétera.
¿Pero qué es lo que pasa ahora? ¿Qué pasa con la “pluma bollera”, es decir, con los “bollerones de Cádiz”?
Actualmente, aunque se nos vea más en los medios, estos se suelen centrar en perfiles de mujeres más normativas, excluyendo a las machorras que son nuestros referentes en la lucha por la visibilidad lésbica.
Las jóvenes lesbianas ahora crecen con referentes más normativos y cuerpos que siguen un ideal estético. Pero, ¿dónde quedan las lesbianas que no encajan en esos moldes de presentadora de televisión ‘bollera, pero no mucho, “porque a mi no me gusta hablar de mi vida privada”’? Muchas somos invisibilizadas, especialmente las no cumplimos con los estándares de belleza predominantes. Vaya, básicamente, f – e – a – s.
Es cierto que generalmente la visibilidad lésbica está centrada en un modelo muy «femme» y heteronormativo (siempre con las uñas recortadas, acuérdense que luego hacemos daño). Sin embargo, las primeras lesbianas visibles, como Dolores Vázquez, eran mujeres con pluma, es decir, un bollerón clásico.
![](https://fulanitadetal.com/wp-content/uploads/2024/10/post-3-blog-fulanita-bolleron-cadiz.png)
La camisa de cuadros como símbolo de orgullo
«Tenemos que agradecer a las lesbianas que empezaron a ocupar espacios públicos antes que nosotras, defendiendo que cualquier mujer lesbiana tiene derecho a ser y mostrarse tal como es, en toda la diversidad de las mujeres lesbianas», cuenta Estefanía Rabadan, socia de Lambda. Totalmente cierto, ¿qué hubiéramos hecho nosotras las lesbianas de estos años si no fueran por las lesbianas de los años 80? Porque te recuerdo que las bolleras que salían en la primera serie the L word… eran el 90% femeninas, pero cuando salías a la calle… si veías a una Bette Porter se te caían las bragas porque esa pasaba una vez y nunca más (porque en realidad no existían).
Ser visible está claro que es una herramienta de lucha. Tenemos que defender que es imprescindible para nosotras ocupar espacios sin miedo, porque, amigas la discriminación la vivimos todos los días. Y, por supuesto, las lesbianas que no se ajustan al modelo estético dominante, como las machorras, también debemos ser reconocidas, porque también somos lesbianas dignas de ser vistas, dignas de ser miradas. La diversidad en la comunidad lésbica es evidente, y cada una debe poder mostrarse como le apetezca: bollera barrio de Salamanca, bollerón de Cádiz, bollera trekking, bollera batucada o como le salga del alma.
Para terminar y ponernos un poco más románticonas:
Lo importante de verdad es ocupar espacios, LIBERARNOS. La visibilidad es una forma de resistencia, de combatir a lo heternormativo de siempre. No se trata sólo de tener pluma o de ser una machorra, sino de vivir con autenticidad y sin esconder quién eres, tanto en el trabajo como en la calle o en el entorno más íntimo.
Vivir de una forma más auténtica, sin las limitaciones impuestas por expectativas culturales sobre cómo «deberíamos» comportarnos.
Referencias:
Celia Naranjo – Psicóloga Socio – Comunitaria y Sexóloga
No hay nada mejor para reivindicar esta pluma que el videoclip de «Pluma Bollera». Por aquí os lo dejo para vuestro disfrute: https://www.youtube.com/watch?v=ERNjYjXg3So